Noche clara. Cielo sin estrellas, cosas de la ciudad. Poca luz en esa calle. La Luna llena ligeramente velada. Sale despacio, observando. Las manos en los bolsillos. Apenas son las diez; tiene una forma peculiar de madrugar. A las doce salen otros vecinos que no son muy de su agrado, entonces se recoge de nuevo. Se sienta como cada noche en un banco de piedra que hay en la puerta del recinto. Es un lugar tranquilo y discreto desde donde ver gente pasar. Le gusta esa sensación de sentirse ignorado. Unos niños. Detrás, los padres de estos. En el sentido contrario una pareja. Un beso. Un chico joven con auriculares corriendo con cara de circunstancias. Adelanta el preocupado a una chica con unos papeles en la mano que mira con atención a los tejados. El canto de un grillo. De fondo, los motores de alguna moto y algún que otro coche. También se oye claramente el murmullo suave del ambiente en unos bares cercanos. Pero, en esencia, todo resulta bastante silencioso y relajado. Un tanto tenebroso, si cabe. Él sigue su rutina: se sienta, observa, espera, maquina. Nada nuevo. Vendrán a verle, no cabe duda, sólo hay que esperar pacientemente. Un día será ella. Desea que no sea pronto cuando haya de venir como ahora, pero sin flores entre los brazos, a reunirse con él cara a cara. Otro será quien le trajo ahí. A ese le tiene ganas. Tenía una brillante vida por delante. Salud. Dinero. Amor. Todo, hasta que aquél fulano borracho le atropelló con su coche una media noche nublada a finales de Octubre de hace varios años. Llegado el momento piensa regalarse una merecida y larga venganza servida en frío como lo estarán sus cuerpos inertes.

 

– Eqhes DaBit –
– 10, Octubre, 2014 –
– Sitges (España) –