«¿Por qué suena mejor FAQ (Frequently Asked Questions) que Preguntas Frecuentes?», es mi primera pregunta cada mañana a las 8, las 7 en Canarias. Luego, sobre todo en invierno, me pregunto qué hora será en Helsinki. ¿A qué huele la distancia? ¿A qué sabe la espera? ¿A qué esperas? ¿Por qué necesitas permiso? ¿Qué esperas? Y me levanto. Intento no preguntarme nada más. ¿Por qué? Quién sabe. Yo sé, porque ya respondí a eso. Si me pregunto muchas cosas me cuesta avanzar, así que llegada la respuesta, la vuelvo rutina. Baño; uniforme; cereales; ventana. ¿Por qué cambia ella de acera? ¿La mascarilla aprieta pero no ahoga? ¿Es esa la más adecuada? Pues no, de momento mejor una FFP2 para todo, menos para algunos sanitarios, que sí, pero no basta con eso. ¿Cómo corre la sangre si te cortas las venas? Un gato negro cruza frente a mi ventana por debajo de una escalera de tijera. ¿Mala suerte o buena suerte? ¿Menos por menos es más? ¿Dónde están los recuerdos que merecen la pena? Un niño con un móvil espera cargado con una mochila grande como él junto al semáforo en rojo. ¿Cómo gastas tu tiempo? ¿Cuándo entran los niños a las escuelas? A las 9; esa la sé. ¿Por qué es guapa la vecina del primero A del bloque de enfrente? ¿Por qué se nota que se siente atractivo el chico que la rodea con el brazo en el balcón? «¿Quieres follar conmigo?», leo en los labios de ella. Él sonríe; desaparecen; ella grita -no mucho rato-. ¿A veces no se folla por no preguntar? ¿Vale lo mismo un abrazo que una caricia? ¿De dónde surge el amor incondicional? ¿Qué hay de malo y de bueno en querer hacer siempre el amor y no la guerra? ¿A qué han dedicado toda su vida los adultos que no se han hecho todavía preguntas profundas? ¿A qué tengo miedo? ¿Cuándo vuelve de nuevo la primavera? ¿Se deprimirá si le dicen que no se la espera? Qué tontería, je, je, je. ¿Cómo se dice «te quiero» sin que te huela el aliento a chuches? En la acera de enfrente hay gente muy curiosa. ¿Qué es lo que piensa aquella abuela que teje ganchillo frente a la puerta roja de aquella casa sin alacena por la que un perro campa y la radio suena? Los detalles de la casa me los ha contado el chico aquél de los recados, el de Servicios Sociales, con sonrisa Profident. ¿Qué pasa si no me da la gana de cepillarme los dientes? ¿A dónde cree que va el que da el primer paso? ¿Cómo se siente quien nunca rompió un plato pero no gana para vasos? ¿Quién crees que eres? ¿Y ellos? ¿Por qué hay tanta gente haciendo lo mismo? ¿Son ya las 12? ¿Me comería ahora una calabaza que no sea naranja? ¿Eso existe? ¿Soy más de ratones marineros o de ratas ninja entrenadoras de tortugas? ¿Por qué hay gente que duerme sin sueño y gente que sueña con verme? No creo que haya nadie que sueñe con verme. ¿Existían estas preguntas antes de que yo las desfilase todas juntas? ¿O las desfila el vecino cuando ensaya como ahora con su flauta travesera? ¿Por qué el paso del tiempo es más lento si suena a metrónomo? ¿Hasta cuándo? ¿Te apetecen unos macarrones? No mucho, pero hoy tocan macarrones, aunque podría hacer espaguetis. ¿O mejor los encargo para traer? ¿Por qué los hacen para llevar? ¿Ser más de espaguetis arrabbiata con Grana Padano de restaurante que de la pasta que cocina tu abuela con todo el cariño es pedante? ¿Pepsi o esperas que haya otra opción? ¿Eres de galletita de la suerte o te digo buenas tardes cuando el Sol salga por salchicha? Ja, ja, ja; me encanta que las preguntas no acaben como espero. ¿Querías coherencia? No queda. ¿Salado? Más bien salido, pero no salgo, no. ¿Quererme he de? Dice la psico que sí. ¿Si quiero verte te lo digo, me lo callo, o me relleno un formulario autoresponsable con la excusa de que tengo que ir a regar el huerto para autoconsumo? ¿Y si me quedo en casa? Mejor; vendrá ella. Me gustaría preguntarle: «¿Me concedes un beso?». No es romántico, pero robar besos no debería de estar bien visto. ¿Y si no quería? ¿Aquello de «hay que mojarse» tiene algo que ver con la higiene personal? ¿Cómo decide la justicia poética provocar la caída del excremento de un pájaro sobre la calva brillante de un cazador justo en el momento en que se quita la gorra para airearse la cabeza mientras acecha a una presa? ¿Se me ocurrirían tantas preguntas en una entrevista? ¿Hasta aquí deberíamos de haber llegado? ¿Gelsemium o Ignatia? Piensa algo creativo; el arte evade y relaja. ¿Debería de pintar una raya gruesa ligeramente inclinada de punta a punta de un papel de alto gramaje con la esperanza de enmarcarlo y sacarme un dinero extra vendiéndolo bajo una sesuda declaración de intenciones que haga parecer arte el garabato? Una raya no, mejor un brochazo, que tiene más garra. ¿Un animal, quizá? ¿Qué tipo de dragones me gustan más? ¿Y si pinto el Universo? ¿Qué se sabe del rollito entre Júpiter y Venus? Pintaré otro árbol para la psico, que le gustan. ¿Debería de plantar otro árbol? ¿Publico otro libro? ¿Qué es un hijo? ¿Los padres son de azúcar? Voy a la cocina. «¿Me acompañas?», le digo a la mosca que hace rato que me ronda. ¿Las preguntas existen? ¿Por qué hacerse preguntas? Y, ¿por qué no?
– Publicado en el fanzine «La famolenca», volumen III, de la Llibreria La Romàntica. –
– Eqhes DaBit –
– 29, Enero, 2021 –
– Sant Carles de la Ràpita (España) –
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