Trepa mi primer bostezo del día
por el dedo con el que pedí turno al conocerte. Desconchan juntos una legaña rebelde que finalmente me concede un joven rayo de luz ligeramente nublado.

He soñado contigo; con nosotros en aquél mercado abarrotado donde te buscaba sin saberte, con la única diferencia que en el sueño siempre no sólo te veo, ahí, de cierto modo inquietante, te escucho y sabes mi nombre. Como en nuestra cita a mudas, me llamabas a lo lejos y me acerqué sin dudarlo. Tu nombre comercial, como de Campoo, y tu halo tradicional y singular, con carácter, pero sin necesidad de ser la más conocida o codiciada, cautivaron mi atención. De cerca, tus curvas irregulares y tu toque mulato me acabaron de convencer. En el sueño, alguien ha preguntado por el siguiente y entonces, mientras alzaba el dedo aclarador, se ha desvanecido el escenario y me he descubierto pidiendo turno en horizontal, con sonrisa tonta, de enamorado principiante.

Hay días que tengo mucho antojo de ti y el cuerpo lo sabe. Falta mucho tiempo aún para que el despertador se rasgue las vestiduras para asegurar mi llegada a otro día potencialmente anodino. Pero hoy no voy a necesitar su ayuda insistente para incorporarme a este mundo. Mi ansia todo lo vence y de un salto aseguro mi paso contrario al militar para acercarme a ti y regalarme un merecido desayuno.

La cocina es mi lugar preferido donde toparme contigo. Un espacio pensado para el goce físico, emocional e intelectual materializado en una buena comida.

Pongo a calentar la leche entera unos minutos a fuego lento mientras la remuevo suave de vez en cuando. Mientras, me dedico a ti sobre la encimera. Desperezo tu envase que siempre miente; “‹‹abre fácil››, los cojones” pienso mientras me niego terco a ser brusco o tajante hacia ti con herramientas que no sean mis propias manos. Lo abrazo con firmeza y con mis dedos hábiles despego lento las paredes que te aprisionan. Poco a poco florece tu aroma suave dulzón ante mi nariz pícara y mis ojos hambrientos de ti. Introduzco mi mano con cuidado en busca de tu cuerpo menudo hasta que mi piel pronuncia a su modo un “¡eureka!” erizando todo su bello al encontrarte. Enfrentados ya, a punto del delicioso momento largamente esperado, me tomo un instante para regodearme con los dedos en tus texturas. Mi pulgar pinta unos círculos delicados en tu parte superior que me pasean por una rugosidad suave exquisita. Empieza el polvo fino que sale de nuestro roce a conquistar cualquier esquina y sonrío sinqueriendo agradeciendo a mi suerte ese momento. No necesito voltearte para saber que por debajo eres un poco más fina, me lo chivan mi medio y mi anular. No puedo esperar más y te como las puntas; tus bordes tostados se deshacen en mi boca mientras doy una vuelta más a la leche asegurando que no entre en ebullición. Paro el fuego en el momento justo y desplazo todos los ingredientes de este banquete matutino a un espacio más propicio donde continuar el goce.

En la mesa todo, yo sentado y tú sobre mi como el cuerpo de Cristo; bendito Universo que te trajo a mí. Te acerco a la leche humeante y veo cómo te desparramas sutilmente hacia todos lados, aunque mantienes aún tu centro firme, y antes de que seas todo líquido te saco de nuevo y te pego el bocado definitivo. Tu cuerpo y el mío, todo uno. Mi boca desborda galletita y no voy a negar que mi ojos se empañan, y se cierran, como antes de desconcharme la legaña, y siento que sueño de nuevo, y ojalá vuelva todo a empezar.

 

– Eqhes DaBit –
– 22, marzo, 2025 –
– «Parc de Xiribecs», Amposta (Tarragona, España) –